El juez de la Audiencia Nacional, Santiago Pedraz, ha puesto en marcha la investigación sobre la guerra sucia que la Policía Nacional desató, supuestamente, contra Podemos durante el Gobierno de Mariano Rajoy. Por el momento el magistrado ha llamado a declarar en octubre y noviembre como imputados a Francisco Martínez, entonces secretario de Estado de Interior, y a varios altos mandos policiales de la época: el Director Adjunto Operativo Eugenio Pino, Enrique García Castaño y José Ángel Fuentes Gago además de Andrés Gómez Gordo y Germán Rodríguez Castiñeira.
Fue el pasado mes de febrero cuando el juez Pedraz se convirtió en el primer magistrado en aceptar analizar por la vía penal si la cúpula policial de los gobiernos del PP con Mariano Rajoy maniobraron de forma ilegal para perjudicar a Podemos y sus líderes en pleno ascenso del partido. Ya en su auto de admisión a trámite, el juez explicaba que por el momento no investigaría al entonces ministro, Jorge Fernández Díaz, no tampoco al director de la Policía, Ignacio Cosidó, pero sí a varios de sus subordinados y altos mandos policiales.
Las citaciones están programadas para finales de octubre. El día 29 comparecerán Francisco Martínez, procesado en el caso Kitchen, y al comisario Enrique García Castaño. Un día después lo hará Eugenio Pino, Director Adjunto Operativo del cuerpo, y José Ángel Fuentes Gago, otro comisario. Ya el día seis de noviembre comparecerán Andrés Gómez Gordo, policía recientemente condenado por la Ciudad de la Justicia de la Comunidad de Madrid, y Germán Rodríguez Castiñeira.
La querella del partido de Ione Belarra apuntaba a que los investigados, siguiendo órdenes de Francisco Martínez y en última instancia de Jorge Fernández Díaz, “se ocupaban de realizar investigaciones prospectivas y ajenas a cualquier interés policial, no bajo control judicial o del Ministerio Fiscal sobre las personas que conformaban la organización política Podemos”.
El objetivo principal, según la querella que instruye Pedraz, era su posterior filtración a los medios de comunicación bajo el marchamo de fiabilidad de las “fuentes policiales” y finalmente desprestigiar ante la opinión pública al partido que entonces dirigía Pablo Iglesias, así como atentar de este modo contra la indemnidad de sus diputados y restantes cargos públicos.